Las cosas... parecen. Para tí, para él, para ella, etcétera. No son, sino que parecen... Nos olvidamos de lo fundamental: las cosas son cosas, independientemente de nuestra re-presentación singular.
Cuando éramos niños, debimos aprender primero todo el conocimiento concreto, objetivo, físico. El pensamiento abstracto vino luego. No vino negando las cosas. Vino con esa base.
Ya de adolescentes, aprendimos a re-presentarlas bien. Pero primero: lo objetivo, real, concreto, inmediato.
Sin esa base, todo es blá-blá, pero en tu boca. En tu más propio renegar.
Que nadie te calle con: "es tu opinión".


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